- El tesoro dulce de paz en el útero de la tumba
se acuna más pesado que un sueño de la noche -
Estaba regresando a mi país después de treinta años, todo parecía inalterado, las granjas que estaban cerca del ferrocarril siempre eran iguales y las personas, aunque no eran la de los viejo tiempo, siempre tenía la misma expresión. No había ningún ruido de automóviles, se oían sólo los tractores que cansadamente viajaban en los campos. Una escena romántica poética casi, una larga extensión de trigo sólo movida por el viento. Todo era paz. Empecé hacia el camino principal del país dónde habría encontrado de nuevo el único restaurante, bar que de niño veía siempre vació, y hoy también aparte dos viejos granjeros que bebían vino con la excusa jugar a las cartas las, no había ninguno mas. Entré pidiendo permiso y una señora de las maneras corteses me dijo de pasar, yo le pregunté si podía haber un vaso de agua, ella sonrió y me sirvió preguntándome - ¿De dónde usted viene? - Yo contesté - yo soy de Frankfurt, estoy aquí debido a mi tío, el doctor Peter Gurich, difunto hace poco y me dejó su casa. - La mujer bloqueó los ojos como si hubiera visto un fantasma y me dijo – Entonces usted sería el sobrino del doctor... el pobre doctor... era tan bueno... el pobre doctor... Ayudaba a todos, hombres y animales... el pobre doctor... ciertos tenía sus manía, mire,,, no quería que nadie estuviese en su casa ... el pobre doctor. Ahora es un año que ha desaparecido, pero se dice que el espíritu del el todavía está en esa casa para este todavía nadie había entrado. - Yo escuché interesado la historia de la mujer, en realidad sabía tan poco de él así, que quizás un poco de información más me habría hecho entender el motivo de su desaparición. Acabó de beber y empecé andando hacia las casa. Puse unos pocos minutos antes de la avenida que se dirigí hacia la casa de el tío. Un cartel de madera, ahora comido por las polillas, que trajo una escritura hecha con el barniz negro a las pinceladas irregulares, dijo – médico del país -... es esta... Tomé la avenida con decisión. De niño, durante las vacaciones, vine a encontrarlo a menudo y en el fondo de mi memoria, todavía conservaba algunos recuerdos. L final de la calle se veía la casa imponente pero humilde de un color amarillo, un desvaído y sucio amarillo. Cuando llegué vi el estanque pequeño de lo cual me había olvidado la existencia, me acerqué y miré en el, vi el reflejo de mi imagen también inmóvil, parecía un espejo, me di cuenta que para cuánto yo me esforzase no conseguía a mirar a través de el agua que parecía completamente negro, parecía no querer ser penetrado. Me recordé que cuando era un niño, a mi y mis amigos nos prohibieron categóricamente el solo echo de acercársenos. Mi curiosidad era fuerte casi como hace treinta años, acerqué la mano, pero a mis hombros oí una voz, un suspiro, de repente me di la vuelta, pero no vi nada, buscaba con la mirada pero nada, estaba solo, completamente sólo. Me dije que era mi imaginación que me hizo algún chiste... - El viento, pero ciertos hubiera sido el viento... -
Me acerqué al patio, la casa no parecía demasiado en mal estado. Subí los primeros escalones para alcanzar la puerta, mi sentimiento de inquietud aumentó, pero no podía asustarme para alguna creencia de pueblo, era un hombre de ciencia como mi tío y como tal no me podía dejarme cogér da de las supersticiones. Recogí el valor y la razón que tenía y agarré el bulto de la puerta. Estaba helado, le di la vuelta y empujé. Se abrió sin hacer ruido, como si los hubieran engrasado hace poco tiempo, vi en el interior, una gran entrada en que se apoyaban cuatro puertas y una gran escalera que llevaba a las alcobas, decidí entrar y dar una vuelta en la casa. Abrí la primera puerta que encontré en la izquierda. Las contraventanas estaban cerradas, había algunos agujeros que dejaban pasar algunos rayos de sol y todo parecía más oscuro y tenía, de nuevo, inquietud. Sufrí un vértigo.
Fui a las contraventanas y la abrí, el cuarto se iluminado. Era evidentemente un salón. Había una librería llena de libros de medicina... la misma voz de antes, el mismo suspiro, me volví y vi dos ojos enormes que me miraban, me asusté, hice un paso atrás y aullé... era sólo un cuadro de el abuelo. En hacer el paso atrás, atropellé en una mesita que dejó caer algo metálico, era una llave. Una llave extraña, no era como todas las otras de la casa, ésta era toda negra y en el aro tenía un dibujo extraño a su interior. La mesita llevaba algunas señales de quemaduras como si alguien hubiera permitido quemar un pedazo de papel y eso se extinguió dejando sólo el polvo. Me puse en el bolsillo la llave y seguí echando una mirada alrededor. Entré en la segunda puerta. Era la cocina, Continué la inspección de toda la casa. Entré en la puerta delante de la cocina, me encontré en el estudio con todos los textos de medicina legal de tío, algunos eran de lo textos que ya no usaban mas. Me senté en el sillón del escritorio y abrí los cajones pero no encontré nada interesante. Alcé los ojos para ver fuera y me di cuenta que estaba oscuro, el hambre empezó a hacerse sentir, era allí desde la mañana y no había comido todavía, el reloj señalaba las veintiuno y no sabía qué comer. En las creencias de la cocina no encontré nada y ahora el bar estaba cerrado. No tenía posibilidad de comer, habría hecho bien quizás, ir a dormir, para que la mañana siguiente me pudiese despertar pronto y hubiese podido echar una mirada alrededor bien. Me sentía al cuánto perdido, pero después de todo, que podía pretender era un día entero que no comía... la noche traerá sugerencia. Los ruidos de las escaleras de madera a cada paso y la luz tan delgada y temblorosa de las velas no me permitieron ver los contornos de las paredes exactamente. Había los cuadros y esculturas que adornaban, pero todo era demasiado oscuro para poder verla bien, llegué encima de las escaleras que se abrieron en un corredor que continuaba a la derecha y a la izquierda.
Me quedé delante de una y abrí. Era todo oscuro y un olor afilado de fieltro de molde, intenté encender la luz que reaccionó para un momento, tanto para ver un cuarto bastante grande con una cama. Cerré de nuevo y fui a la puerta siguiente. La madera del suelo que se plegaba bajo de mi peso y las alfombras, levantaban nubes de polvo a cada paso. La luz débil permitió vislumbrar algunas manchas de cobertizo húmedo en las paredes y todo estaba absorto en el silencio, excepción de mis pasos. Me acerqué a una nueva puerta, da ella, llegó una brisa ligera, abrí y encendí la luz. Era una alcoba. Una cama grande sin mantas y un armario con las contraventanas abiertas era todo esto que se podía ver. Entré por poder ver mejor... otro vértigo. La ventana estaba cerrada, pero uno de los vidrios que compone van la contraventana estaba roto, desde allí entraba una dulce brisa. En este cuarto nadie vivió ya hace mucho tiempo... de nuevo el vértigo y ahora algo que me observó da el alto, me senté en los pies de la cama y una nube de polvo se levantó deslumbrándome, no podía respirar, corrí fuera y mientras estaba corriendo, con la cola del ojo, miraba el candelabro, unas sombras revolvieron. Tosí y miré el candelabro pero no había nada, revolvió para un segundo pero nada, no había nada. Me quité el polvo que tenía y continué el corredor. La puerta de frente se abrió o yo la empujé quizás, encendí la luz, era un baño normal sin nada, lleno solo de polvo, en la tina había algunos bichos que corrieron para esconderse en el descargo asustado por la luz. Abrí la última puerta de este lado del corredor que era el cuarto de la cama del tío. Entré cautamente, de nuevo el vértigo, ahora más fuerte el candelabro que revolvió con fuerza y una ventana se abrió rompiendo algún vidrio, pero las contraventanas estaban cerradas y el resto del cuarto estaba inmóvil. Me recuperé y fui hacia la ventana, abrí y entró en un hilo de viento que parecía refrescarse, quién sabe la casa entera de cuánto tiempo estaba cerrado. Me acerqué al armario y lo abrí. Las contraventanas rechinaron, al interior encontré los trajes del tío, algunas cajas de metal y en un cajón de las envolturas de metal para los puros, de los dientes humanos en una caja y otros objetos pequeños, cosas que para un médico son bastante normales. Los trajes viejos del tío eran todos llenos de polvo, pero en bueno estado.
Yo me sentía observado. Me sentía así desde que había entrado en la casa. No quise darle peso al principio, como hombre de ciencia, pero ahora... el sentido de inquietud que tenía estaba predominando mi sentido científico. Nunca había estado en una situación similar.
Me volví, y vi algunas sombras negras pequeñas casi revolvieron sorpresa insertándose rápidamente en un crujido de la pared.
Respiré hondo y me tranquilicé, pero el polvo era demasiado y tosí.
Una...
Dos..
Tres veces.
Ahora todo era más limpio, el polvo parecía se hubiese marchado solos. Como si hubiese permanecido para proteger la casa durante este tiempo.
Me senté en la cama y permanecí a observar inmóvil el cuarto del tío.
Estampas de los ochocientos de Berlín, algunas fotografías viejas del mar a Flensburg, nada interesante.
No tenía idea de qué ora habría podido ser. El reloj era parado de no se cuando, no me había recordado de recargarlo.
Estaba cansado, muy cansado. Me tumbé en la cama y dormí.
A la mañana, los rayos del sol entraron de las contraventanas con una dulce brisa que refrescó el cuarto que me inducía a quedarme tumbado. No había ningún ruido, ni automóvil ni fábricas.. Todo parecía tan irreal.
¡Ohi!
El estómago se hizo sentir. Pensé de regresar el país para desayunar.
El aire era fresca y la casa había asumido un no sé que de familiar. También el charco de agua fuera de casa no parecía dar tan miedo como el día ante… El estanque.
El pueblo era en plena actividad. Aquí todos se despiertan prestísimos.
Era agradable caminar en el medio de las calles sin asfaltó de el pueblo. El olor del trigo era tan intenso que casi aturdió mi nariz no acostumbrada.
El bar del pueblo.
Algunos granjeros, bebían cerveza al contador y la cosa me sorprendió, pero me di inmediatamente cuenta que era primera ora de la mañana solamente para mi, para ellos era casi ahora del almuerzo, en el pueblo todos se levantan con la primera canción del gallo, ni siquiera yo l’había oído. Pedí el desayuno y la mujer que no me hizo acabar, que me trajo tanta comida que habría podido estallar, entonces me preguntó: ¿- se quedará mucho en nuestro pueblo? ¿Sabe que nosotros no tenemos el médico y nosotros pensábamos que ustedes... para abreviar... nosotros no tenemos mucho dinero, pero nunca le haremos faltar nada...eh? -
No demasiado sorprendido por la pregunta yo permanecía en el vago. De toda forma, ese lugar me gustaba. - Yo creo que yo permaneceré hasta que desde Berlino no enviarán un nuevo medico. - La mujer se marchó satisfecha dándome unas caricias familiares en los hombros.
Acabé de comer y fui de nuevo a alojar, en el bolsillo tenía todavía la llave que había encontrado el día antes. La miraba e intenté recordar donde había visto el dibujo del aro, pero mi memoria no me ayudó. Yo llegué delante del estanque pequeño y miré dentro, una vez más ese suspiro detrás de mis hombros, escalofrié y me miré al rededor pero no estaba. Volví a entrar en la casa, nada era cambiado, todo parecía ser como ayer lo había encontrado, pero algo se me escapó. Había visto algo que me hubiera ayudado a entender lo que estaba pasando, pero no recordé. Fui a la librería del tío. Me convencí que la solución de mi enigma realmente la habría encontrado allí y así fue.
La tapa de un libro tenía la imagen del aro de la llave que yo había encontrado. Lo abrí al azar y leí:
Estaba cansado, muy cansado. Me tumbé en la cama y dormí.
A la mañana, los rayos del sol entraron de las contraventanas con una dulce brisa que refrescó el cuarto que me inducía a quedarme tumbado. No había ningún ruido, ni automóvil ni fábricas.. Todo parecía tan irreal.
¡Ohi!
El estómago se hizo sentir. Pensé de regresar el país para desayunar…..
Cerré el libro y me senté en el sillón allí cerca... no era posible. Lo que estaba pasando... Volví a abrir el libro a las últimas páginas, pero la encontré en blanco, entonces pasé las páginas hacia atrás hasta que no encontraba escrito y leí:
- Cerré el libro y me senté en el sillón allí cerca... no era posible. Lo que estaba pasando... Volví a abrir el libro a las últimas páginas, pero la encontré en blanco, entonces pasé las páginas hacia atrás hasta que no encontraba escrito y leí: -
El estómago me apretó tanto que vomité al suelo. Cogí el libro y miré la tapa, no había ningún título, solamente el dibujo del aro de la llave y poco debajo un pequeño círculo. Qué podrían ser... El estanque pequeño... cierto, el estanque pequeño. Salí dejando el libro en el escritorio.
Cerca de una piedra, al lado del estanque, era allí, un agujero pequeño, inserté la llave y le di la vuelta, el agua del estanque ondéelo. Miré dentro... Niños que jugaban alrededor de un charco y un hombre, un poco lejano, los llamaban... Era yo, era yo de niño... Que sentido tenía todo esto? Me levanté la manga de la blusa e puse la mano adentro... una sensación de frescura, casi de frío. Retiré la mano casi inmediatamente, pero no había más a su puesto un tocón goteando sangre pero sin dolor. Me estaba volviendo loco pero seguía sangrando, tenía que entrare y vendarme el tocón. Tomé una toalla y me vendé, luego cogí un papel en que envolví la llave que me puse en el bolsillo. Ahora tengo que ver lo que hay del otro lado del estanque pero nadie tenía que poder usar esta llave, vendrá conmigo. Otra vez el suspiro, no se porque pero tenia que apresurarme tenía que salir por concluir mi plan, tropecé de nuevo en la mesita. Esta vez habría entrado con los pies y habría descubierto todo, lo sabía, lo sentía. Llano mi cuerpo hundió inexorable de repente oí algunos pájaros y los niños correr, pero su gritería cambió en una queja, un lamento de dolor al cual se juntó el mío. Mi cuerpo estaba siendo destrozado... nadie probará mas este dolor... Me toqué el bolsillo en que yo había insertado la llave y no había, había desaparecido..
.
... Una mesita en una estancia pequeña con las contraventanas cerradas y una llave apoyadas sobre un mesita... un libro con la imagen del anillo de la llave y en el interior una sola palabra...
Fin...
Estaba regresando a mi país después de alrededor de treinta años, todo parecía inalterado, las granjas que estaban cerca de el ferrocarril siempre eran iguales y las personas, aunque no era la de los viejos tiempo, siempre tenía la misma expresión….
sábado, 28 de junio de 2008
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